1) LOS DENTISTAS HACEN DAÑO
Sudores fríos, tensión y temblores son sensaciones habituales para mucha gente cuando oyen la palabra “dentista”. El miedo o pánico a los odontólogos es una de las aversiones más extendidas y comunes dentro del entorno médico. El hecho de no conocer a fondo la profesión y encontrarte en una situación en la que te encuentras acorralado e indefenso mientras alguien hurga en tu boca es posiblemente uno de los factores que alimentan estos miedos. ¿Quién no conoce a alguien que no quiere ir al dentista porque cree que le harán daño?
Esta creencia proviene de antaño, cuando los dentistas no contaban con los medios ni herramientas necesarias para tratar a los pacientes, por lo que utilizaban técnicas rudimentarias y no hacían uso ni de sedantes ni de anestésicos. Esto provocaba que al realizar tratamientos como podrían ser endodoncias o extracciones el paciente sintiera un dolor muy intenso. Estas anécdotas se han ido transmitiendo a lo largo de los años y quedando inconscientemente en nuestras mentes. Otro claro ejemplo que refleja esta teoría es la creencia actual del dolor que producen los implantes dentales.
Hoy en día, como en muchos otros sectores, los procedimientos y herramientas han evolucionado de manera considerable. El uso de la anestesia y de las últimas tecnologías en los tratamientos desencadenan soluciones indoloras y muy perfeccionistas orientadas a conseguir resultados óptimos.
Aunque han quedado atrás los tiempos en los que los odontólogos utilizaban la fuerza bruta para arrancarte un diente, continúa siendo un tema delicado para muchas personas, por lo que la confianza en la relación doctor – paciente es especialmente relevante en esta profesión. Hablar con serenidad o dar la información necesaria sobre el tratamiento a realizar, son aspectos que pueden ayudar a tranquilizar al paciente y a mejorar su predisposición a ser tratado. En consecuencia, los profesionales pueden trabajar más cómodamente y les resulta más fácil alcanzar los objetivos que persiguen en cada caso.
2) LAS CARIES SIEMPRE DUELEN
Otra de las creencias más extendidas dentro del sector odontológico es el hecho de que tener y tratar una caries resulta doloroso. Para entender qué es una caries y como afecta a nuestro organismo tenemos que entender la composición de los dientes.
Para entendernos: la parte que podemos ver de los dientes es el esmalte, que es un tejido duro (de los más duros del cuerpo humano) cuya principal misión es hacer de escudo protector para permitirnos tareas como la masticación y evitar acciones nocivas en las estructuras internas del diente.
Por debajo del esmalte encontramos la dentina, que es una especie de estructura formada, por una parte, orgánica (terminaciones nerviosas) y una inorgánica (mineral).
Ahora que ya tenemos un conocimiento básico de la composición de un diente, vamos a ver qué produce una caries y cómo nos puede afectar. Los restos de comida, bacterias o saliva acaban formando lo que llamamos sarro o placa. Esta placa contiene componentes ácidos que dañan el esmalte que cubre los dientes, creando los orificios a los que llamamos caries.
Las caries producidas en la parte superficial de los dientes, en el esmalte, no producen dolor, aunque a medida que se extienden acaban llegando al tejido interior del diente, de modo que si llegan a tocar las terminaciones nerviosas es cuando pueden provocar dolores y desencadenar en la fractura del diente o en la creación de abcesos dentales. En estos últimos casos se requiere un tratamiento más extenso o en el peor de los casos la extracción del diente.
El tratamiento de la caries, en ningún caso, produce dolor gracias al uso de anestesia. Debemos tener en cuenta que los dientes son la única parte del cuerpo humano que no se regenera por sí misma, de modo que la detección precoz de las caries es vital para evitar males mayores.
3) LAS HIGIENES BUCALES ME DESGASTAN EL ESMALTE
Una de las preguntas más frecuentes con las que se encuentran muchos dentistas por parte de los pacientes es si realizarse una limpieza dental una vez al año o una vez cada seis meses es recomendable o si puede ser perjudicial para el esmalte. La respuesta a la pregunta es no, no se daña el esmalte si se usan las técnicas, material y procedimientos adecuados.
La realización de una limpieza dental es una de las intervenciones más sencillas que se realizan en el campo de la odontología, que tiene como objetivo eliminar tanto la placa bacteriana como el sarro acumulado entre los dientes que podrían derivar en enfermedades como la gingivitis o la periodontitis. Este procedimiento tiene una duración aproximada de entre 30 y 40 minutos.
Una de las principales razones por la que muchos pacientes tienen la percepción de que “el esmalte queda dañado” es debida a que los espacios interdentales en los que se acumulaba el sarro quedan limpios. A día de hoy se utilizan aparatos específicos que tienen la capacidad de eliminar la placa localizada en la superficie sin causar ningún daño en la boca del paciente.
De todos modos, aunque se recomienda hacerse al menos una limpieza al año, es un factor que depende de cada persona y es en todo caso el odontólogo quien después de realizar un examen oral dictamina la frecuencia con la que se debe realizar. Si quieres, puedes realizar una visita con nuestros especialistas para que te aconsejen cada cuando tendrías que realizarte una limpieza bucal.
4) LOS ENJUAGUES BUCALES FUERTES Y LOS CEPILLO DUROS LIMPIAN MEJOR
Otra de las creencias más populares es que si usamos un cepillo dental de cerdas duras obtendremos una mayor limpieza, ya que nos permitirá extraer mejor toda la placa acumulada. La realidad es que es recomendable utilizar un cepillo de consistencia media o suave ya que un cepillado brusco puede producir sensibilidad, un desgaste del esmalte y retracción de las encías, dejando, de este modo, expuesta la raíz de los dientes.
Lo mismo pasa con el enjuague bucal, aquellos que son muy fuertes o contienen un índice de alcohol elevado pueden ser perjudiciales ya que resecan los tejidos y pueden afectar a la calidad de la saliva.
Lo más importante para mantener una buena limpieza bucal es la técnica de cepillado que se use. Los dentistas recomiendan sostener el cepillo en un ángulo de 45º, yendo desde la encía hasta dónde acaba el diente. En el caso de los dientes que se encuentran en la parte superior sería de arriba abajo y en los que se encuentran en el maxilar inferior de abajo arriba, realizando también movimientos circulares sobre los dientes. Y, por último, ¡no debemos olvidarnos de cepillar la cara interna de los dientes!
5) SI ME SANGRAN LAS ENCÍAS ES MEJOR NO CEPILLARME
Algunas personas atribuyen el sangrado de las encías al tipo de cepillo o técnica de cepillado que usan y en consecuencia creen que si dejan de hacerlo durante un tiempo mejorarán su salud bucal.
Pero es necesario saber que las encías sanas no deben sangrar, y en caso de que lo hagan, es un indicador de que alguna cosa no va bien. Habitualmente la inflamación y sangrado de las encías sucede cuando se produce una acumulación de bacterias. La gingivitis tiene una primera fase que consta de la inflamación de las encías y una segunda fase que es la periodontitis, que es una fase más avanzada y que conlleva la pérdida y deterioro del hueso.
Para evitar que esto suceda os damos algunos consejos que pueden ayudar a prevenir este tipo de enfermedades:
- Cepillar los dientes correctamente
- Limpiar la lengua: cuando realicemos el cepillado de los dientes no debemos olvidarnos de pasarlo también por la lengua, ya que allí se acumula en 70% de las bacterias de nuestra boca
- Uso del hilo dental para llegar a aquellas zonas más escondidas a las que no podemos acceder con el cepillo
- Seguir una dieta equilibrada intentando evitar un consumo excesivo de azúcar y bebidas con carbohidratos.
- Evitar el consumo de tabaco.